lunes, 9 de enero de 2012

Viaje a la tierra de los QOM

Fui convocado por los alumnos de 2o. año de la Escuela Secundaria N° 1 "Alfonsina Storni” de Máximo Paz (la sección de adultos) como reconocimiento a la patada inicial para la escuela, hace ya 25 años. El gobierno nacional puso una combi, la municipalidad de Cañuelas un camión con acoplado (un enorme acoplado, como se ve en las fotos) Partimos a la hora 1 del miércoles 14. El camión había salido un día antes y nos esperaba en Resistencia. El chofer dijo ser experto y que ya había viajado a Pampa del Indio, donde está la Escuela de Enseñanza Primaria N° 734 "Ejército delos Andes". Además, tenía un GPS. Parece ser que el GPS le indicó un camino supuestamente más corto... sólo que tenía partes a medio hacer, y como no nos paramos a esperar al camión en los cruces lo perdimos. Así que en una ciudad llamada Colonias Unidas nos sentamos a esperar. Esperar. Esperar. Reunidos, pusimos proa a Pampa del Indio. Pero 20 Km antes, al atardecer, había un piquete... de la comunidad qom. Fue inútil decirles que traíamos ayuda para su propia comunidad. No había señal para celulares, salvo en lo alto de los camiones. Allá subieron el chofer y la mentora de todo, Analía Sánchez, tratando de contactar un funcionario. El piquete se iba a levantar sólo si venía una ministra que había prometido ir. Y fue. En medio de una noche gloriosa con esas estrellas que sólo se ven en la oscuridad total, llegó, una muchacha jovencita, y luego de laaaargas deliberaciones tras una llamada del gobernador Capitanich, se abrió el piquete, y llegamos: 24 horas después de la partida. Al día siguiente descargamos el camión, una enormidad de bolsas de ropa, mucha comida no perecedera, varias cajas con libros, un televisor, un lavarropas, dos computadoras y una heladera. Y nos fuimos a la escuela, a 20 Km de la ciudad. Una hermosa escuela, bien equipada, junto a una comunidad qom sin carencias: niños bien comidos, bien vestidos. Todos manejaban perfectamente las cámaras digitales. La escuela tiene electricidad, agua de pozo y cañería y tanque (no tenían bombeador, cuando fuimos) Habría, se me ocurre, que solucionar ese pequeño problema y construir baños decentes para los alumnos, que tienen un antiguo retrete. Tienen Direct TV. Se trataba de la fiesta de fin de cursos, y la inauguración de dos aulas nuevas, muy grandes y frescas. Los alumnos de Máximo Paz, y las profesoras Gisela Morhain (mi hija) y Cristina Maffei, pintaron un hermoso mural inspirado en un cuadro de Berni, en el que metimos mano todos (como se ve en las fotos), y el que no la metió en la pintura la metió en el mate, la picada o el apoyo logístico. Casi insolados, terminamos antes de la fiesta. Una fiesta de fin de curso de una escuela primaria, ¿qué quieren? Analía Sánchez regaló una bandera cañuelense (Máximo Paz está en el partido de Cañuelas) y yo 50 ejemplares de mi libro 'Amores con guardapolvos'. Terminado el acto, partimos raudamente (o sea, rajamos) a subir a la combi y volver. Salimos de Pampa del indio a la 1 del viernes. Y a las 4 estábamos en casita. Le recomendamos al chofer tirar el GPS.
................................................................................................
EL VIAJE, RELATO COMPLETO En primer lugar, el conductor de la combi dijo que había estado en Pampa del Indio y que conocía un atajo que partía de la ciudad de Vera. Sin embargo, el camión nos esperaba en Resistencia, así que siguió hasta allí. Y tomó la ruta 16, que va hacia Presidencia Roque Sáenz Peña. El camión nos siguió. Cuando el chofer tomó la ruta 7, a toda velocidad, no le avisó al chofer del camión, que venía siguiéndonos. Así que al llegar al punto donde debimos tomar un nuevo desvío, esta vez hacia General San Martín, nos detuvimos a esperarlo. Y le preguntamos por dónde estaba. Resultado: no había doblado por la ruta 7 y se había pasado. El chofer de la combi le indicó entonces cómo retomar el camino, y nos sentamos a la sombra, a esperar, en la ciudad e Colonias Unidas. Al rato apareció un señor, flaco, más arruinado que viejo, desdentado, atraído más que nada por las chicas del grupo. Nos pusimos a charlar. Luis Abel Borani repetía, sin que nadie le preguntara, “Colonias Unidas”, alargando la “i” de “Unidas”. Y, seguidamente, la frase “no hay que tener mieeedo”. Luis tenía menos de sesenta años, había nacido en Colonias Unidas, trabajó hasta hacía algún tiempo como peón en la Coca Cola, en Colonias Unidas, y luego fue internado por un problema pulmonar grave a consecuencia del cigarrillo, del que sobrevivió apenas, según contaba. Ahora estaba ocupado por la Municipalidad para trabajos menores, cortar pasto, etc. Vivía en Las Garcitas, con su madre. Se ofreció para acompañar a las chicas a una estación de servicio cercana, donde comprar algo. Finalmente, le pidió el teléfono a una de ellas. De a ratos decía conocer Pampa del Indio (nuestro destino) y de a ratos decía que no conocía. Preguntaba por la combi, la admiraba. Quería saber si daba 120 en la ruta y al decirle que sí repetía que él a esa velocidad no iba a viajar. Antes había algodonales, decía, pero ahora todo era soja. Por cierto, todo el camino vimos gigantescas plantaciones de maíz, girasol y soja. Luis resultó un personaje singular del que seguimos hablando el resto del viaje. Cuando llegó el camión, continuamos el viaje. Resultó que a partir de Colonias Unidas la ruta 7 tiene un gran tramo en construcción, un amplio trazado de tierra. De tierra. Luego venía la parte terminada, ancha, perfecta. Hasta San Martín. De San Martín debíamos ir a Pampa del Indio. Como se ve en el mapa, era casi una marcha en zig-zag. La coordinadora habló con la directora de la escuela N° 734, quien dijo que la volviésemos a contactar pasando General Roca. Hubo una mala información al camión, que entendió que debía esperar en General Roca. Seguimos por la ruta 3, hacia Pampa del Indio y, unos 20 Km antes, encontramos un piquete de la etnia qom. Fue inútil explicarles que traíamos elementos para ayudar a su comunidad. Fueron inflexibles. La directora nos indicó que nos juntásemos con el camión frente al piquete, porque “nos iba a hacer pasar”. Pero no fue así. Por lo bajo, nos decía que “eran vagos que querían más planes sociales para seguir en la vagancia”. “Los porteños los apoyan”, decía, “pero no saben lo que son esta gente”. Se hacía de noche. El cielo era un lujo de estrellas. Una chica creyó oír un elefante: en realidad era un mono aullador. En ese sitio no había señal de celular, salvo en lo alto de los camiones. Nuestra coordinadora y el chofer subieron varias veces sobre la cabina de uno para tratar de comunicarse con algún funcionario. Los qom esperaban la llegada de la Ministra de Desarrollo Social, Beatriz Bogado. La opinión general era que no iba a hacerse presente, y casi todos estaban resignados a pasar la noche en el lugar. Analía Sánchez habló con una secretaria del gobernador. Esperábamos. Visto que no había esperanzas, propuse a la directora y su hijo (que resultó luego profesor de la escuela) que acercasen un poco de comida porque la comitiva estaba hambrienta, para luego dormir esa noche en la combi, como habíamos hecho en las primeras horas del día que se acababa. Ellos podían pasar (a pie) desde el otro lado del piquete, única concesión obtenida. Fue notable el desconcierto de las autoridades escolares. Dijeron que habría que averiguar con los piqueteros si dejaban pasar comida. Mientras tanto, acercamos un par de termos para, al menos tomar algo de mate. Estábamos en ese trámite cuando desde el lado de Gral. San Martín vino una comitiva de autos que estacionó dejando las luces encendidas. Se trataba de un patrullero, un auto de custodia y otro… con la ministra. Una mujer joven, que pasó abriéndose paso en la oscuridad y se instaló en medio del piquete. El representante qom comenzó una larga discusión, de pie, iluminados por un foco que alguien sostenía. Las esperanzas se diluyeron pronto, porque la charla se volvía interminable, y nadie cedía en sus puntos. Casi todos volvimos a la combi, cansados, dispuestos a dormir como fuera. De pronto volvió el chofer y la coordinadora. Un llamado del gobernador había resuelto los problemas, y se levantaba el piquete. Al fin, entre los camiones, pasamos. Avanzamos por la ruta un cierto tramo y de pronto el chofer tomó un camino lateral, estrecho y muy polvoriento, con el polvo fino y arenoso del Chaco. El camión con acoplado venía, ahora, pegado a nosotros. Se detuvo. “Este camino no lleva a ningún lado”, dijo. Evidentemente, había equivocado el rumbo. Estábamos en el camino de la Sociedad Rural de Pampa del Indio. Totalmente equivocados. Los choferes de la combi y el camión bajaron a examinar el lugar, tratando de encontrar un sitio donde el enorme camión pudiera dar la vuelta. El polvo fino apenas le permitía frenar, y la estrechez del sitio hacía muy problemático dar la vuelta. Llamamos a la directora. Dijo que esperáramos, que venía a guiarnos y a llevar el camión a un sitio donde podía dar la vuelta. Enseguida llegó su auto, y volvimos a emprender la marcha. Pampa del Indio es una gran ciudad, con una arcada de bienvenida. Circulamos por la ciudad hasta la casa de la directora. En la esquina, una construcción antigua, de ladrillos, muy simple. Al lado, la casa, moderna, y otra más un poco más allá. La directora, Olga Otero, “puso a disposición” su casa para que paseos la noche. Esto significó, en los hechos, piso libre para tender las bolsas de dormir, un baño y agua caliente para el mate. O sea: luego del viaje de 24 horas, luego de las horas perdidas en el piquete, luego de pasar después de la hora 1 del día siguiente por la ciudad cerrada, nos fuimos a dormir sin comer nada. Tampoco mucho mate, porque había que madrugar. Ya sabíamos que dormiríamos en el suelo, y fuimos todos equipados con material para pasar la noche. Lo que no supusimos era que no iba a haber ni dos botellas de gaseosas y diecisiete sándwiches de miga, al menos. Sólo agua caliente para el mate, con nuestra yerba. Efectivamente, muy temprano hubo que levantarse, recomponer el cuerpo, lavarse un poco, y, sin que nos ofrecieran otra cosa más que agua caliente, descargar el camión, lo que se hizo entre los viajeros y las docentes de la escuela. El camión se descargó en el depósito al lado de la casa de la señora Otero, porque adujo que no había lugar en la escuela para colocarlo allí y “temía que se lo robasen”. No hubo un recibo firmado, ni un listado de las cosas entregadas. Sólo la confianza en la persona de Olga Otero. Apenas terminamos, subimos a una camioneta descubierta, que iba a llevarnos a la escuela, en la caja. Se detuvo frente a un almacén donde por fin compramos algo de comer. Luego de salir de la ciudad y de unos pocos kilómetros de tierra, llegamos al fin a la Escuela Primaria N° 734. Se trata de una escuela bien puesta, moderna, el edificio antiguo tiene dos aulas grandes, galería, biblioteca, cocina. La biblioteca es una habitación de 3 x 4 metros, aproximadamente, con libros en las paredes, videos, CDs. reproductor de DVD, televisor. Hay muchas otras cosas, como suele suceder en las escuelas, sobre todo en época de vacaciones, como esta. Baños para alumnos tipo excusado, afuera. Dos habitaciones separadas (presumiblemente depósitos), un bicicletero, pozo de agua con instalación para motor e instalación de agua en cocina y baños de docentes (no estaba colocado el motobombeador, pero estaba el lugar donde debía colocarse: es posible que fuese retirar}do por estar la escuela cerrada). Los bancos y demás muebles estaban amontonados, debido a la construcción de tres aulas nuevas, amplias, con galería, ubicadas enfrente, cruzando el patio. Esas aulas se inaugurarían ese día. Había un freezer grande, funcionando. También funcionaba la cocina, aunque para cocinar utilizaron un fogón con una plancha de hierro, ubicado en la galería exterior trasera. Apenas llegamos a la escuela, las profesoras de plástica y varios alumnos se abocaron a la pintura del mural, que se hizo en el frente del ala antigua. Llegó el resto del personal docente, incluyendo el profesor de huerta y el profesor de idioma qom. También se hizo presente el profesor de plástica. Con una enorme cantidad de telas blancas y celestes vistieron los edificios para la fiesta de fin de curso, que estaba anunciada para las 19.30. Se trabajaba rápido en la pintura, porque por la mañana daba la sobra del edificio, pero a la tarde pegaría el sol completamente. Otro grupo preparó una picada y cebó mate, de modo que todos pudimos comer algo. Las docentes de la escuela y un grupo de madres qom (sabíamos que pertenecían a la comunidad qom cercana, porque de otro modo no las hubiésemos diferenciado de cualquier vecina de Máximo Paz o de cualquier otro lugar del país). Algunos niños hijos de las señoras se aproximaron, entre ellos el pequeño Facundo, y más tarde la nena Rosita. Facundo nos ayudó todo el día, y más tarde condujo a un grupo de viajeros a conocer la comunidad. Al costado de la escuela, todo alrededor, se desarrolla el monte bajo chaqueño. Enfrente hay una casa grande, donde vive Rosita. A veinte metros de la escuela un largo sendero se interna en el bosque conduciendo a la comunidad. Allí las casas son construidas con materiales del lugar, como ancestralmente, y la forma de vida es primitiva para la mentalidad occidental. No fui personalmente en esa excursión, cosa que lamento: me quedé ayudando en la pintura. Un grupo de madres de la vecindad y las maestras amasaban gran cantidad de empanadas, y se nos hacía agua la boca. Otro grupo cocinaba en el fogón, porque la cocina a gas es familiar, y seguramente hay problemas en la provisión de garrafas, y no así en la de leña. Al mediodía la directora anunció a parte del grupo que descansaba a la sombra, en una de las aulas con ventiladores de techo, “la comida está lista, pero nadie les va a servir. El que quiera busque un plato y sírvase, y después no olvide lavarlo”. Así que los chicos tomaron un plato y se sirvieron un guiso de fideos con algunos traspapelados trozos de pollo. Se sentaron literalmente donde pudieron, los bancos de la escuela o alguna mesita ocasional. Afuera pegaba el sol, y las profesoras se negaban a dejar para comer. Pedimos algo para hacer sombra, y conseguimos una plancha de poliestireno (telgopor) que finalmente rompió el viento. Obligamos a las profesoras a turnarse para comer. Decidieron poner una frase que dijese que la Escuela Secundaria N° 1 de máximo Paz, en su 25 aniversario, quiso ayudar a la Escuela Primaria N° 734, Ejército de los Andes, de Pampa del Indio. Yo pensé que había que poner algo en qom, y hablé primero con Facundo y luego con el profesor de Qom, quien me tradujo “Gracias, hermano qom”, que fue lo que escribimos: “Ña’achec Iqaya Qom”. No se escribe exactamente así: el acento entre las dos “a” es grave (‘al revés’), y va entre ambas letras, no en la segunda “a”. Sobre la “y” va un tilde circunflejo. Cuando el profesor de qom advirtió que les estábamos agradeciendo a ellos, los dueños de la tierra, hubo un momento de emoción. A eso de las 18 horas la directora invitó a ir a su casa a bañarse y cambiarse, pagando una combi, y dos pintoras se quedaron a terminar las letras del mural, que faltaban. Natalia Echeverría, Marcela Corro y yo, que quedé haciéndoles un poco de sombra y acompañándolas en la escuela vacía. Luego llegaron electricistas para colocar luces y micrófonos. Finalmente se hizo la fiesta. Asistió el secretario de gobierno municipal, y varios padrinos de la escuela. No se dio en ningún momento que la Escuela Secundaria 1 fuese alguna especie de madrina. Tampoco hubo un lugar especial para los 17 visitantes, que anduvimos desperdigados entre la gente, muchos sacándose fotos con los niños qom, o llamándolos “pobreciiitos”, como si fuesen de algún modo distintos a los niños comunes que vemos todos los días. Todos vestían buena ropa, llegaron muchos en moto, varios autos, muchos tenían cámara digital, todos teléfono. Facundo era, de hecho, trilingüe, pues hablaba castellano, qom y guaraní. Desde luego, la fiesta no empezó a las 19.30, sino cerca de las 21. Fue una fiesta típica de fin de curso, con egresados, lágrimas, discursos acartonados, bailes folklóricos y un coro algo incomprensible. En ningún momento se pronunció una palabra en lengua qom. De pronto, se le dio la palabra a un señor de poncho y guitarra que iba a “cantar en qom”. Lo hizo, más bien recitó algo que tenía acento a Atahualpa Yupanqui, unas cuatro estrofas. Después siguió en castellano… con un sermón evangélico. También había hablado antes un pastor evangélico qom, con graves dificultades para articular los plurales, un poco más acentuadas que en la directora. Una señora muy obesa llegó en esos momentos y se le dio un lugar preferencial. Luego nos enteramos que ese era el último día de Olga Otero como directora, porque era suplente y dejaba el cargo a la titular, esa señora obesa. Marcela Corro se descompuso, por la larga jornada al sol, y Cristina Maffei se la llevó con el auto de un vecino al hospital de Pampa del Indio, donde fue hidratada y se recuperó. Luego de la fiesta, los alumnos de Máximo Paz repartieron pequeños panes dulces y bolsas de golosinas a todos, mientras se desarrollaba un ágape en las aulas nuevas. Terminados de repartir los suvenires, mientras se distribuía comida a los alumnos de la escuela, fuimos invitados a “participar del ágape”. Era en uno de los salones nuevos, y cuando entramos ya habían pasado muchos antes. y, Por ejemplo, nunca vimos ninguna empanada. Alguien dijo que antes de irnos vio una canasta llena, reservada en la biblioteca. Hubo un brindis con sidra y ananá fizz, y se cortó una gran torta. Luego volvimos al patio, y ya no quedaba nadie. Nos sentamos a esperar la combi de Pampa del Indio, que habían contratado los alumnos a la tarde para ir a cambiarse. Mientras tanto, el cuerpo docente hacía su propia fiesta, a metros de nosotros, pero separados. Llegó la combi, subimos amontonados, un poco zombis por el cansancio y un poco alegres por la sidra. La combi para el regreso estaba esperándonos, Así que recogimos nuestras cosas, besamos a la directora y nos fuimos, a la 1 de la madrugada. Tres horas más tarde, estábamos en Resistencia, mientras que a la ida habíamos puesto, piquete incluido, más de doce. Por el camino, a la salida del sol, paramos en una estación de servicio y ¡por primera vez en todo el viaje! nos sentamos a una mesa, comimos comida caliente, decente, limpia y bien atendidos. Mi conclusión personal: nunca hay que oír una sola campana ni disculpar “pequeñas” diferencias con las fotos o cuadros que se pintan a distancia, eso para los organizadores. La opinión general del grupo de alumnos y profesores fue que hubiese sido más importante atender las necesidades de una escuela de Cañuelas, que son mayores que las de aquel pueblo qom. Y, digámoslo, es un pueblo QOM, y no TOBA. “Toba” y “Mataco” son palabras DESPECTIVAS impuestas por los conquistadores. Se trata de comunidades qom y wichi. Respetémoslas, llamándolas por su nombre. Personalmente me quejé ante los qom porque ellos nos discriminaban de la misma manera, llamándonos “porteños” con el mismo tono despectivo con que algunos los llamamos “tobas”. En cuando al resultado de la experiencia, la juzgo valiosísima para el grupo de jóvenes que participaron: conocieron el país interior, conocieron la situación REAL del interior (pujante, lleno de sembradíos, moderno, semejante a cualquier sitio de nuestros alrededores), comprendieron la distancia entre los lugares comunes y las definiciones apresuradas y la realidad. Y se hicieron el propósito de seguir con las tareas solidarias. Con ayuda donde realmente haga falta ayuda.

1 comentario:

  1. Hermoso viaje, Jorge!! Contado con agudeza, precisión y detalle, da una imagen muy positiva de lo bueno que resulta viajar y conocer la realidad de nuestro país y nuestra gente. Ayudar y conocer: combinación perfecta!
    Felicitaciones!!!

    ResponderEliminar