1- Gente, costumbres, impresiones
En primer lugar, permítaseme un chivo.
Mi agente de viajes, Juan José Montaña (Worldview Tours en India) no sólo ha cumplido con creces lo que prometió, sino que fue felicitado por otros operadores en la India y objeto de envidia por parte de otros turistas no tan conformes: http://www.jjmontana.com.ar
Suelo proponerle a mis alumnos (en realidad, soy bibliotecario) un ejercicio: extender el pulgar y el índice de cada mano en ángulo recto y unirlos formando un espacio rectangular. Luego le pido que miren por ese hueco. Que miren lo que los rodea. Comprenderán enseguida qué escasa, fragmentada, e incompleta es la realidad que observan a través de ese hueco. Que, claro, tiene la forma de una pantalla. La pantalla que muchos creen (también yo, ya verán) que “refleja” la realidad. Es un ejercicio claro y sencillo, y sumamente gráfico. Eso me pasó a mi viaje a la India, entre el 4 y el 17 de septiembre. Casi nada de lo que había visto en la pantalla, casi nada de lo que había leído en libros, notas y artículos, aún en guías de viaje, resultó cierto. El primer impacto fue descubrir que la India y Nepal son países modernos. Con autopistas, celulares, automóviles nuevos, gente informada, culta. Esperaba muchos pobres. De hecho, todos me preguntan inmediatamente “¿muchos pobres?”. Y sí, hay muchos pobres. Pero, diríase, es una clase especial de pobreza. No hay gente gorda (de hecho, creo que en nuestra gordura junto con el cutis blanco llamaba la atención: varios indios pidieron sacarse fotos con nosotros), y las comidas son muy frugales. Además, muchísimos indios son vegetarianos. Hemos visto villas miseria a lo largo de la ruta, hemos visto aún grupos humanos en carpas (que les provee el gobierno, nos dijeron) Había mendigos que golpeaban los vidrios del auto (más allá de los miles de vendedores de baratijas). Pero no era esa indigencia diría que culposa, gimoteante, de los mendigos de Buenos Aires. No es el hambre lacerante de quien está acostumbrado a dietas altas en proteínas, como en nuestro país. Allá la pobreza es como estructural, viene de siglos, de milenios. Hay gente que tiene poco para comer. Y se acomoda a ello. El pedir es algo aceptado, el esperar una propina o una limosna algo natural. En Nepal me siguió una niña, Latika, con su hermanito atado a la espalda. Pedía limosna, pero algo le causaba una gracia incontenible y la mayor parte del tiempo lo pasó riéndose. Su risa me conquistó. No es totalmente resignación. Es algo más profundo, que hace a su religión, a un profundo arraigo del hinduismo y sus cuatro millones de dioses. Es ver la vida de un modo circular (hoy hombre, mañana buey, luego serpiente, otra vez hombre, y la rueda gira siempre, gira; hasta que las buenas obras y la mucha oración lo sacan de la rueda, entra al ansiado Nirvana) En Occidente nuestro sentido de la vida es lineal: es un hilo tendido entre el día que dejamos el útero hasta el día que descendemos a la tierra. Las creencias en vidas posteriores no sólo están descalificadas, sino que siempre han tenido un sentido autoritario: “alguien” decide si uno va al Cielo o al Infierno. Allá la maldad se paga en otra vida, pero aquí, en la tierra; la bondad se premia en otra vida aquí mismo, elevándose en el nivel humano. Lo más notable que observé en la población de la India es su filosofía de vida. Quizás incorporación inconsciente de los siglos, milenios, manteniendo una creencia religiosa. No hay gente enojada, no hay gente estresada, nadie insulta, nadie putea. Y esto, teniendo en cuenta el caos fenomenal que es el tránsito, es digno de destacar. El tránsito es algo aparte. Y creo que tiene algo que ver con una libertad individual profunda que descubrí en la gente de la India. Cada persona parece haber encontrado el lugar que le corresponde en la sociedad, y aplica a las normas de acuerdo a ese lugar que tiene en la sociedad. Los coches circulan por la izquierda, pero ninguno tiene empacho en invadir la derecha para adelantarse, para cruzar, siempre que toque bocina, bocina, bocina. La falta de respeto a las normas incluye hasta ¡15! personas sobre un taxi triciclo y llamado en la India “ moto-rickshaw” y en Nepal “ tuk tuk”. O, de pronto, avanzar ¡de contramano! por una autopista. El sistema de castas sigue existiendo. Un viaje en rickshaw (triciclos a sangre: ya no hay corredores llevando las varas) por los callejones de la Delhi antigua, es una experiencia religiosa. La pesadilla de un taxista en medio de un piquete. Se toca bocina, mucha, los camiones dicen atrás “toque bocina”. Pero hay muy pocos accidentes. Nadie grita porque una moto se mete delante, se cruza, sale de su mano. En Jaipur tuvimos un guía que pertenecía a la casta más elevada, la de los sacerdotes. Pero la Presidenta de la República pertenece a la casta más baja, la de los parias. Nos mostraron las universidades (que no son gratis, pero muy “económicas”) Existen exámenes de ingreso a muy rigurosos. Excepto para los miembros de la clase de la casta más baja. El comercio y la explotación de la tierra se hacen de manera individual. Es evidente la falta de grandes centros de comercialización, de empresas productoras y/o distribuidoras. Sí hay multinacionales: Pepsi y Coca Cola, y McDonald. Pero en los McDonalds también comen (algunos de determinada provincia) con la mano (derecha). Los negocios consisten en millones de puertas abiertas a la calle. Al contrario de occidente, las transacciones minoristas no se realizan dentro de un edificio, sino abiertas a la vereda (si la hay). Porque se confunde la calzada con la vereda, constantemente, y hay calles muy estrechas. La explotación agrícola es primitiva. No hay maquinaria, excepto tractores. Y la cría de ganado es también individual. Las vacas sagradas tienen dueño, que las cobija de noche y las ordeña de mañana. El resto del día lo pasan en la calle procurándose comida donde pueden. Lo mismo pasa, sin embargo, con otros animales no sagrados: hay cabras, burros, búfalos, circulando por las calles, carreteras, autopistas. En la zona de Rajasthán se utiliza el camello, como animal de tiro, y algunos elefantes. Aunque, nos decían, el problema de los elefantes es el alto costo de su manutención. Las carreteras tienen peaje, y, como en la Argentina, las que no lo tienen están en estado entre regular y desastroso. Hicimos 500 kilómetros en automóvil. En automóviles nuevos, japoneses, con aire acondicionado. Nuestro grupo era sólo de dos personas. A veces, me daba la impresión de estar viviendo dentro de una película, porque las cosas pasaban del lado de afuera del auto, y no sentía ni el olor, ni el calor que nos apabullaba cada vez que descendíamos. En Nepal también tuvimos otra sorpresa. Resultó un país más “civilizado” (mi hija me dijo: ‘no “civilizado”, sino “globalizado”’) Las mujeres no sólo visten sari, obligatorio en la India, sino vestimenta occidental. Hay veredas, y los comercios atienden en el interior. Pero, claro, saliendo de la ciudad de Katmandú las costumbres vuelven a parecerse a las de la India, las negocios similares a ese país, etcétera. Esto da una pauta del avance de esa globalización que sin duda va avanzando y que terminará modificando a estos países, en los próximos años (o en los próximos siglos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario