domingo, 20 de abril de 2014

1Cx2.02 -002



LOS MULAS  (1CxD02 – 002 – 20/4/14)

Subir la última colina fue el trabajo más pesado. El vehículo portador no era muy amante de los frenos, y aunque la baja gravedad los favorecía, hubo que empujar duro.
Por fin, llegaron al borde. Desde allí se veía toda la Colonia. Abandonada.
Aún flotaba en el aire tenue la última nube química de la espacionave, que había partido hacía dos días del planeta.
Más allá, había actividad en las minas. Habría que decirles a los mulas que ya no se iba a necesitar de su tarea. Que podían volver a su vida normal.
Era difícil que alguien se acordase cómo era su vida normal.
Luego de tomar aliento, mucho aliento, Ban y Ana dejaron ir lentamente al portador hacia la escuela. Bah, hacia el burdel. O quizás ahora habría que volver a llamarlo escuela.
Fue escuela en los primeros tiempos, cuando las tripulaciones pasaban años y hasta décadas en el planeta, cuando los mulas no estaban aún totalmente acondicionados al trabajo de las minas, cuando las comunicaciones no eran tan eficientes.
Pero pronto no quedaron niños. Decididamente, este mundo no era lugar para criar humanos. Y luego vino la prohibición de gestar en el planeta. Muchos de los niños, acaso todos, tuvieron serios problemas al volver a casa. El aire: demasiado delgado, demasiado complicado en su química, les modificaba algo en los pulmones. Y, claro, a la Compañía le costaba demasiado mantenerlos, de regreso, pagar sus gastos médicos, asegurarles una vida normal.
Si es que alguna vez su vida fue normal.
Se podía evitar esa complicación, utilizando los respiradores, que eran cada vez más pequeños y eficientes. Filtraban el aire, le quitaban sustancias y le agregaban otras: lo hacían humano. Ban y Ana habían renunciado a ellos hace años.
Así que aquel hermoso edificio perfectamente acondicionado para escuela, acaso el mejor de la Colonia, pasó a ser el burdel, el burdel más hermoso perfectamente acondicionado de la Colonia. Ban y Ana habían cambiado su rol de maestros.
Pero todo pasa, como dijo algún filósofo perdido en la hojarasca del tiempo. Y las minas dejaron de ser rentables. Nunca se supo si se agotaron o si el material fue sustituido por otro.
Y así terminó todo. Quedaban ellos dos. Solos. Con una estación de comunicaciones. Con un pueblo vacío. Con una escuela-burdel, o burdel-escuela.
Y los mulas.
Además de educar a los niños de los colonos, los maestros se ocupaban de instruir a los mulas, los nativos del planeta. La Colonia había prohibido hacía mucho el término “adiestrar” porque era humillante para los nativos. Aunque, claro, todos estaban de acuerdo que era la palabra más gráfica.
Tampoco ayudaba su forma, más parecida a una hormiga erguida que a un humano. Por lo demás, eran gente pacífica, ordenada, familiera.
Ban y Ana terminaban de llevar a la escuela-burdel el último instrumental que había sido derivado a los campos de control lejano, que ya no existían. Con eso la escuela volvía a tener todo su equipo. Completo.
Estaban listos para formar, ellos dos solos, a toda una multitud de infantes. Tenían toda la tecnología, todas las herramientas. Y toda la energía que provenía de aquel mismo mineral que fuera tan preciado en el pasado para los humanos.
Claro que, tal como Ana esquivaba decirle a Ban, tal como Ban disimulaba frente a Ana, no habría a quién enseñar.
Estaban solos.
Solos.
Ante las hermosas puertas de la escuela-burdel, se tomaron el último respiro. Accionaron las claves, y entraron.
Adentro estaban los alumnos. Correctamente ubicados, listos para la primera clase.
Eran los mulas.
Ana sufrió un mareo, y Ban la sostuvo.
Algo se movió dentro suyo.
–No esperaba esto, Ana –dijo Ban. Pero es evidente que ellos lo han organizado. Tenemos alumnos. No son humanos, pero…
–Pero son alumnos, Ban. ¿Por qué no?
Volvió a moverse.
–¿Estás bien…?
–Sí… Solo que… ya patea…
Ban abrazó muy fuerte a Ana. El bebé, el hijo clandestino que habían concebido transgrediendo las reglas, crecía fuerte dentro de su madre.
Los mulas aplaudieron.
De algún modo, los mulas sabían lo que estaba sucediendo.
De algún modo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario