lunes, 7 de julio de 2014

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1CxD02-078 7 de julio de 2014
La hora de Julieta
© Jorge Claudio Morhain

Por la hora, debía ser de día, pensó Julieta, arrebujándose entre cobijas, edredón y sábanas, escondiendo la mano congelada que había sacado hasta el reloj. No creía poder despertarse a las 2 de la mañana. Jamás lo había hecho. Las 2 de la mañana la habían encontrado muchas veces despierta, eso sí. Pero por el cangrejo que rasguñaba su estómago, debían ser las dos de la tarde. Y por la mano helada que tocó el reloj, era invierno, o algo así. Bien. Un principio de localización. Algo es algo. Bajó las manos, y sintió su cuerpo; sobre todo la mano helada, que formó anillos de hielo todo a lo largo de su tacto. Estaba desnuda.
¿Por qué desnuda? Siempre dormía con el pantaloncito y la remerita gastada que lavaba cada día al bañarse. Pero ahora estaba desnuda. Y caliente. O al menos, eso decía la mano helada del reloj. A ver, Julieta, pensemos. Se encontró pensando un buen rato más tarde, porque mientras intentaba hacerlo se había dormido de nuevo y soñado con perros azules. ¿Perros azules? Apenas despertó recordó el sueño, pero segundos después creyó que soñaba con perritos de azúcar azules, en una torta. Pero, se dijo, acaso eran perros perros, y mi cabecita trata de meterlos en lógica. Entonces recordó que se había propuesto deducir dónde, cuándo, cómo estaba allí.
No era un hospital, una clínica, porque olía a perfume, y porque en un hospital le hubieran puesto un pijama, al menos, o un camisón. Ah, claro. Era su casa, porque el reloj había estado en el lugar exacto donde había estirado la mano, y era su reloj. ¿Por qué estaba en su casa, donde vivía sola, donde no entraba nadie, durmiendo desnuda, y con la calefacción apagada?
Al principio pensó que estaba metida entre las sábanas deduciendo esas cosas por el hecho de deducirlas. Pero de pronto advirtió porqué: tenía miedo. Tenía miedo de sacar la cabeza y encontrarse con otra mirada, o con otro color en las paredes, o… ¿O acaso había muerto? Eso justificaría el frío. Pero… ¿los muertos tienen hambre? ¿Y por qué podría estar muerta? No, eso era imposible. ¿Y si fuese víctima de un experimento, y fue trasladada en el tiempo con su cama, su reloj, su cuerpo, al más remoto futuro? O al pasado, y afuera sólo estaban los restos del Sancti Spiritu. O podía ser un reality. Gran hermano. A lo mejor no se acordaba, pero entró en Gran Hermano y a su lado había otras chicas. Contuvo la respiración y afinó el oído, a ver si oía un murmullo, una respiración. Nada.
Bueno.
De un tirón, se quitó todo lo que la cubría. Con el mismo impulso se sentó en la cama, y se puso de pie.
Entonces, temblando de frío, recordó.

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