C794 1CxD02 168 25 de noviembre de 2014
El taxi de Fernández - El héroe
© Jorge Claudio Morhain
– Buenos días –, dijo. – Yo soy un héroe.
Fernández lo miró por el espejo retrovisor.
Sí, estaba vestido como un personaje de historieta. Entre El Hombre Araña y
Flash. Andá a saber cuál.
– ¿A Tecnópolis? – preguntó Fernández.
El héroe hizo una pausa, intrigado al
parecer.
– ¿Por qué Tecnópolis?
– Hay un encuentro de historietas, con
cosplay…
– ¿Qué es eso?
– Ah, no… Una fiesta de disfraces… de
personajes de historieta. Superhéroes… como su disfraz.
– Lléveme a Carranza y Morelos. Allí hay un
asalto importante.
– Si usted lo dice…
Por un rato el pasajero quedó en silencio.
Fernández se dedicó a su volante, que bastante trabajo le daba. La calle estaba
pesada. De pronto, el pasajero dijo:
– No es un disfraz.
– Si usted lo dice…
Fernández iba pensando en los asaltos de su
juventud. Justamente en uno de ellos conoció a la Hilda. No sabía si había sido
para bien o para mal, pero los chicos habían salido buenos. Pensó que si le
decía a sus chicos que iba a un asalto no lo entenderían. Pero…
– Perdón… ¿Dijo que iba… a una fiesta?
– No es una fiesta. Están robando un banco.
Tienen rehenes y quiero intervenir.
Fernández puso la radio, bajita.
– ¿Lo están pasando en la tele? ¿La radio
dirá algo?
– No entiendo…
Fernández dejó las cosas así. Uno no tiene
que hacer mucho caso de lo que dicen los pasajeros. Si no, terminaría
peleándose la más de las veces…
A dos cuadras de Carranza y Morelos el
héroe le puso una mano en el hombro.
– Déjeme acá, Fernández. Hay un cerco
policial.
– ¿Sí? Son treinta y tres cincuenta…
El héroe le pagó.
– Disculpe. ¿Cómo piensa llegar si hay un
cerco policial?
Ahora lo vio sonreír. Una buena sonrisa.
– No te preocupés, Fernández –, dijo.
El héroe bajó del coche. Soltó la capa que
venía sosteniendo con el brazo, y se alejó del taxi de Fernández.
Se alejó volando.
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