C795
1CxD02 169 26 de noviembre de 2014
El taxi de Fernández – La sirena
© Jorge Claudio Morhain
El carburador estaba tosiendo de nuevo.
Fernández largó una puteada y estacionó en el parque Uruguay, frente a ATC (o
sea Canal 7, Fernández era de esos que se les pegan los nombres viejos: Yilét,
Segba, Entel…), y abrió el capot. Sacó el filtro de aire, inspeccionó la boca
del carburador. No se veía gran cosa… Se trepó al guardabarros y estiró la
cabeza. Y se cayó adentro.
Estaba caliente. No tanto como para
quemarse, pero sí como para sudar. El olor a nafta lo mareó un poco, pero
enseguida se acostumbró. El metal estaba pulido y brillante. Con cuidado,
descendió por el caño, tratando de encontrar la maldita basura que se cruzaba
en el flujo. Justo donde empezaba el filtro, la encontró. Estaba hermosa, bajo
la luz filtrada por el cartucho de plástico y el azul de la nafta súper. Dijo
llamarse Fiamma, dijo que era una sirena de la nafta de alto octanaje, dijo que
era un servicio extra de la compañía.
Fernández hizo todo lo posible para que la
sirena de la nafta saliera con él, a dar una vuelta. No hubo caso. Mimos,
besos, abrazos, promesas.
No se podía seguir así. Por último, con
todo el dolor del alma, Fernández sacó del bolsillo el Limpiacarburadores en
aerosol. Y disolvió a la sirena.
Después se hizo unos mates, y se sentó en
un banco de la plaza, a pensar en la sirena de la nafta extra súper.
Los mejores amores son los imposibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario