C796 1CxD02 170 27 de noviembre de 2014
El taxi de Fernández: Mamá
© Jorga Claudio Morhain
Subió con una valijita, ansioso, apretando
el celular y el pañuelo con el que se secaba el sudor.
– A la clínica Otamendi, por favor. Lo más
rápido que pueda.
– Buenas tardes –, dijo Fernández.
El pasajero no le contestó. Acomodó la
valijita sobre el asiento. Fernández estiró el cuello para tratar de ver por el
retrovisor, ¿Tenía una rejillita esa valija?
– ¿Lleva una mascota? –, preguntó como al
pasar.
El sudoroso se tomó unos minutos.
– No, es mi mamá. Sufrió un accidente.
– Ah… Lo siento.
– La agarró el tren. La llevaron al
Otamendi, pero no habían encontrado la cabeza…
Estaban cerca, Entonces sonó una voz
distinta. De mujer.
– ¿Falta mucho, querido?
– No, mamá -, contestó el pasajero. Estamos
llegando. Enseguida te van a componer…
Fernández no veía el celular, pero seguro
que el pasajero ansioso estaba hablando con manos libres, con la madre, en el
sanatorio.
– Sanatorio Otamendi –, anunció Fernández.
– Ya estamos, mami. Ya estamos. Quedesé con
el vuelto. – El pasajero extendía un billete de cien, mientras levantaba la
valijita.
– Menos mal –, dijo la valijita. Bueno, eso
le pareció a Fernández, que enseguida desechó la ocurrencia: habló el manos
libres, seguro.
Vio al tipo correr hacia el hospital, con
la valijita. Sí, tenía una rejillita. Y… parecía que goteaba.
Fernández estacionó unos metros más allá,
maldiciendo por lo bajo, mientras se bajaba.
– El tarado dejó que su perro me mee el
tapizado, seguro…
Abrió la puerta trasera. Sí, el tapizado
tenía una mancha.
– ¿No te digo? ¡Y la puta…! – : tocó la
mancha.
No, no era pis.
Era sangre.
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