C783
1CxD02 156 (31 de octubre de
2014)
Mi amante
© Jorge Claudio Morhain
Mi pequeña amante es suave, delicada,
callada, misteriosa, hasta tierna a veces, amiga. Eso cuando los vientos soplan
del lado del sol, o de la luna, o de las estrellas amigas.
Mi pequeña amante puede ser cruel,
despótica, angustiante, tozuda, hiriente, despótica, lacrimosa. Dolorosa. Eso
cuando soplan los vientos del infierno.
Trato de evitarla, muchas veces, trato de
distraer mi atención, trato de impedir que me atrape. A veces lo logro. Pero
hay algo, no sé, tal vez esté impregnado con su olor, porque los demás terminan
apartándose, haciéndole lugar, para que venga a buscarme.
Sé que la maldita ni siquiera es mi amante
exclusiva. He descubierto que comparte sus noches con muchísimos otros, y sus
días con algunos menos. Es promiscua, persistente, descarada. Y descubro por
qué los demás saben de mi amante. Yo les noto en la cara cuando la comparten
conmigo. Seguro que ellos también lo hacen. Y saben que pertenecemos a esa
especie de cofradía. Si al menos fuese una amante moderna, y permitiese la
Mènage a Trois, o el swinging… Imposible, sé que eso la destrozaría, la mataría, la
aniquilaría.
Es una puta. Me canso de decírselo. Me dice
que no busca a la gente por plata, y que eso la libera de culpa. Mentira. Es
una puta arrastrada. La odio. Y la amo. Eso sí, jamás la llamo. Ella se encarga
de buscarme, tranquilamente, aplastantemente.
Es que, además, hay momentos en que la
necesito, imperiosamente. Necesito que me susurre en el oído, que me cuente
cosas, que me haga promesas. Necesito sus caricias. Necesito su presencia.
Hay quien, sin embargo, no la conoce, o
apenas la ha entrevisto. Claro, generalmente eso basta para desearla. Hasta
para llamarla, para pedirla, para añorarla. A veces, con esa gente, se hace
rogar, es difícil, caprichosa. Los otros, los amantes permanentes, no los
envidiamos. Les deseamos que no vuelvan a verla, que la olviden. Pero, ya dije:
verla es quererla.
Mírenla, ahora mismo, recostada sobre mi
hombro, mirando lo que escribo. No, no me digan que es hermosa. Es odiosa. Es
despreciable. Quisiera que se vaya y no vuelva… Miento, miento, miento. Quiero
que esté, quiero que me acompañe, quiero que me ayude, siempre, siempre.
Mi pequeña amante…
Qué voy, qué vamos a hacer.
Joaquín Sabina, filósofo recurrente, la
llama “Inoportuna”, y la nombra. Nuestra pequeña amante se llama Soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario