domingo, 30 de noviembre de 2014

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C799 1CxD02 173   30 de noviembre de 2014

El taxi de Fernández – La goma

© Jorge Claudio Morhain

Había sido una noche salvaje. Agotado hasta el fondo de su fibra más íntima (esa y la virtual), Fernández dormía a pata suelta.
En medio del sueño, oyó el grito:
– ¡Se pinchó una goma!
A continuación, soñando, Fernández se bajó del auto, puteó, miró donde estaba (en ninguna parte) y finalmente bajó el gato y el auxilio.
Volvió a sonar el grito: “¡Se pinchó una goma!”
– Ya va, ya va… –, musitó el taxista, luchando (como siempre) con los bulones muy ajustados.
Entonces sintió un golpe. Como un manotón. Se incorporó para repeler el ataque, y enseguida otro más, casi una cachetada.
Y se despertó. La Carmen estaba cianótica, pálida, desencajada. Y decía con un hilo de voz “Se pinchó una goma… se pinchó una goma…”
Fernández llamó al SAME, y se la llevaron.
La noche había sido salvaje, y la prótesis no había resistido a los estrujones (o quizás ya venía resentida de tantos otros estrujones, dada la profesión de la Carmen)
Y la silicona es muy, muy nociva.

A la salida del telo, por las dudas, pateó Fernández consistentemente las cuatro ruedas, no fuera…

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