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1CxD02 154 (29 de octubre de 2014)
El viento
© Jorge Claudio Morhain
El viento. Siempre el viento. Este lugar es
el agujero de todos los vientos. A veces creo que la Patagonia ha extendido sus
dedos y que llega muy al norte, con su viento.
Viento que agita las ramas, que desguaza
las flores, que aplasta los yuyos, que hace doler a los techos de chapa y que
golpea los postigos descontrolados.
Viento del miedo.
Viento de la noche.
Me han dicho que, en las noches como esta,
el viento se manifiesta en forma corpórea, que toma la forma de un ser, de un
ente, y recorre las calles recogiendo almas perdidas. Pienso que una de estas mil noches de viento
ese ente se llevará al Tinto, alma perdida entre los perdidos, ignorante
siempre del sitio donde vive, el año que transita, el barrio que lo acoge.
Y después está Ignacio, la rata charlatana.
Yo la he visto, no crean que es cuento. Es una rata de laboratorio, grane,
orejona, que viste camisa y chaleco, y asusta.
Asusta.
Por eso lo dejo al Tinto que se inserte
conmigo, en este hueco de cemento en la extraña forma de este edificio. Parece
el agujero que queda cuando falta una muela, o cuando los dientes están muy
separados. Apenas cabe una persona. Y el Tinto, somos dos. O tres, si contamos
la botella. Bueno, botella…: cartón,
digamos más vale. Y es generoso el Tinto.
Te ofrece un chuponcito de la tetita del cartón. No está mal. El viento
enfría todas las cosas, y el vino remueve algo por adentro y se enciende un
fogoncito.
Ignacio deja de charlar, y se mete en algún
agujero. Mala señal.
El Tinto canturrea, y se hamaca. En cada
vaivén, nos vamos ajustando mejor. Y ya no siento frio. y él seguro que
tampoco, aunque es difícil que sienta frío conservado en alcohol como está. Por
suerte no llueve, el cielo es una joyería, aunque de a ratos me parece que el
viento mueve las estrellas, las sacude a ver si alguna se cae. Y cada muchísimo
tiempo, alguna se cae de veras.
Hoy ha sido un día lindo, con buena comida
porque hay ricos que están de temporada en su casa, y porque como hay ricos en
el barrio la gorra nos trata con más condescendencia, digo, porque hablar de
piedad de la gorra es pedir leche a un toro. Y hasta ligué un ponchito viejo,
que se llevaba un perro de los ricos, seguro una manta que le dieron los amos y
que el animal estaba acomodando, que se joda, yo la necesito más. Viene bien,
porque ahora la comparto con el Tinto, así como él comparte su vino.
Pobre Tinto. Un día de estos el coso del
viento se lo va a fumar.
Podrá ser hoy. Mientras me acurruco contra
el Tinto, veo cómo el viento amontona sombras, reconstruye huecos, rompe y
recompone en los ángulos muertos de las casas. Los manchones de negro van y
vienen mientras el farol que se ha aflojado baila el mambo del viento oscuro.
Un viento oscuro.
Como una corriente de tinta, que corre las
calles y va tapando la luz. Casi puedo verlo, al coso del viento, ir tragándose
las estrellas, amontonando negrura.
Me entra el cuiqui, y trato de dormir. No
hay mejor cosa que dormirse. Todo se termina, y se deja de sufrir, y el tiempo
pasa muy rápido, y se traga las sombras.
Pero no puedo dormir, con el Tinto
hamacándose de esa forma. Trato de tomar el compás, para que me acune el sueño,
pero es un ritmo desparejo, como cuando se da vuelta el dial y se oye un cachito
de cada cosa que transmiten las emisoras. Y finalmente voy a tener que
decírselo, así que abro los ojos…
Mejor no los hubiera abierto.
No habría visto delante de nosotros,
patente, siniestro, el bicho hecho de sombra y viento, blancos los dientes, negro
todo lo demás, alborotado por los bordes, despeinado por el viento, frío, frío,
y oscuro. El ente del viento.
Cerré otra vez los ojos, y sentí que algo
se salía de mi costado. El Tinto.
El Tinto se fue con el bicho. No sé si se
lo tragó, o se lo llevó de la mano, porque no volví a abrir los ojos, y en el
hueco que de repente se hizo en la pared me desparramé a gusto y me entró la
sueñera.
Pobre Tinto. O no. A lo mejor el viento lo
convida con vino.
Así nos vamos, yo les digo porque yo lo he
visto. Un día uno y un día otro. Nos lleva el viento. El mal viento. El viento
de la vida.
Así nos vamos.
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