C750 1CxD02-126 (2
de septiembre de 2014)
Muralla
© Jorge Claudio Morhain
Los ejércitos golpearon la muralla, una y otra vez. Primero
armados de hachas y alabardas. Luego con espadas de bronce y catapultas.
Finalmente, un cañonazo comenzó la destrucción de la piedra lunar, la más dura
posible, que constituía aquellas paredes milenarias. Pasaron meses, pasaron
años de constante golpear en el mismo punto, perforando poco a poco un agujero en
las pared.
Cuando, finalmente, los ejércitos lograron perforan la gran
muralla, ingresaron en horda, dispuestos a capturar lo que sea que hubiese del
otro lado (a esta altura ya no quedaban ni mitos sobre lo que se protegía; sólo
que debía ser muy valioso, para resistir tanto tiempo el asedio).
Del otro lado del inmenso muro, cruzando el agujero
pacientemente tallado a cañonazos, descubrieron que adentro había una segunda
muralla, tanto o más imponente, tanto o más resistente, al parecer, que la
primera.
Y cuenta la leyenda que siglos más tarde, luego de intermitentes
guerras y novedosos métodos de ataque, aquella
segunda muralla fue derrotada, y los atacantes encontraron una tercera,
tanto más inexpugnable, tanto más poderosa que las anteriores.
Y así sucesivamente.
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