1CxD02-022 (10 de mayo de 2014)
ROSALÍN
(Variante del cuento “Evelín”)
(c) Jorge Claudio Morhain
Rosalín era una niña distinta. Eso se vio desde el primer momento. La tía Florencia, que leía todas las revistas femeninas, diagnosticó autismo, y recomendó un psiquiatra. O mejor una clínica. Pero los padres no eran muy progres, y no creían en esas cosas.
La vida de Evelín transcurría bajo las miradas suspicaces de los demás chicos. No era que no se relacionara. Sólo que los otros niños no la comprendían. Siempre tenía “salidas” raras, siempre sabía “cosas” que no habría forma de saberlas. Siempre acertaba con las preguntas que iba a hacer la profesora.
Y miraba raro. Lo ponía incómodo a uno, como si sospechara de uno cuando trataba de engañarla, cuando le mentía, o cuando inventaba excusas. Dicen que al principio denunciaba las mentiras, los engaños y las excusas, y dicen que con el tiempo aprendió a callarse. Por eso la tía Florencia había hablado de autismo. Precisamente en el “Para Ti” del mes de enero había salido una nota donde...
Con los años (pocos años para los padres, seguro que mucho para Evelín) parecieron crecer las extrañas reacciones. Los compañeros no la invitaban, ni la llamaban a jugar. Pero, cosa rara, ni la despreciaban ni la cargaban ni la toreaban (que eso quiere decir la palabreja “bullying”)
Un día hubo un escándalo que salió en los diarios.
El padre de Rosalín había conseguido un buen puesto en el gobierno. Rosalín dijo alguna vez que sabía por qué, pero cuando vio la mirada de su padre se calló.
No le gustaban los compañeros del gobierno. Cuando venían de visita ella se iba al parque. Cuando había que ir a un acto, sufría.
Pero cuando el jefe del padre fue ascendido a ministro o algo parecido, tuvo que ir. Dicen que pasó por la zona del catering y que tomó algo que no debía. Quizás sólo fue una excusa.
Lo cierto fue que en el momento de mayor silencio se oyó la voz de Rosalín:
“El señor Ministro (o algo así) está siendo financiado por la banda del Cabezón Martelli, representante en la Argentina de un cartel de droga colombiano. No sé bien qué quiere decir eso, pero el señor Ministro (o algo así) está pensando en ello, y está rogando que nadie haga una pregunta referida a esto que yo estoy escuchando en su mente.”
Los periodistas se abatataron. No sabían si abalanzarse sobre el casi Ministro (o algo así) para que negara lo que se había dicho, o correr a buscar a la jovencita que parecía ser telépata.
El padre de Rosalín aprovechó ese momento de confusión para salir precipitadamente del Palacio (cualquiera fuera ese Palacio) y huir por la puerta de servicio.
Nadie supo de Rosalín y su familia por mucho tiempo. Algunos vecinos pensaron en una venganza de narcotraficantes, pero no tenían nada para hacer una denuncia, y, además, mejor no meterse con esa gente.
Pero yo la encontré. Yo fui su compañero de escuela. Yo la admiraba. Yo había entendido cuál era su don, y ella lo sabía, porque sabía que estaba loco de amor por ella.
Por eso, no me conformé con la huida. Y me propuse encontrarla. No creí que fuera imposible. Aunque yo fuese poco más que un niño.
Pero lo fue.
Y ya no era un niño cuando la encontré, en algún lugar (que, por las dudas, no diré cuál es ni dónde está: sólo que lejos)
La encontré, en realidad, por su padre, que asumió como asesor de cierto funcionario, con otro nombre. Pero en las fotos era él, o casi, y había que arriesgarse.
Me costó romper el hielo, pero cuando lo conseguí, me dijeron dónde estaba Rosalín.
“Atiende en un MacDonald’s. Doble turno. Y está muy contenta, y totalmente curada”, dijo el padre.
“¿Curada? ¿Cómo curada?”
“Así es. Seguimos el consejo de mi hermana Florencia, y la mandamos a un psicólogo y a un psiquiatra, en una clínica. Ya no dice que oye cosas ni que sabe lo que piensan las personas, o esas pavadas. Totalmente curada. Es impresionante, tiene como una estantería de pastillas para tomar cada día. Pero es totalmente feliz.”
Totalmente feliz.
“Así es. Totalmente feliz, como todo el mundo.”, reafirmó su padre.
No. No tuve cara para enfrentarla. De todos modos, ella ahora no podría leer mis pensamientos.
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