1CxD02-039 18 de mayo de 2014
CAZADOR
© Jorge Claudio Morhain
Rolando salió cazar dinosaurios. Sigilosamente, se deslizó desde el arenero hasta los tupidos arbustos que lo rodeaban. Por ahí debía esconderse el Gran Rex, o quizás un Argentinosaurio, que es más grande todavía. Rolando avanzaba agazapado, con la honda preparada y una bolita de barro apretada junto a la base de cuero. Rolando avanzaba agazapado, un pasito, otro más.
Un movimiento apresurado, y algo salió volando. Un hornero. Pero enseguida asomó la cabeza… un enorme dinosaurio vaya a saber con qué nombre. Lo importante eran las fauces y los dientes y la mirada torva con que bañó a Rolando.
Rolo dio un paso atrás, estiró la honda, y ¡zum! Salió volando la bolita y ¡punk! Le dio justo en la nariz al dino.
Furioso, el bichosaurio se revolvió, rompiendo algunas ramas, y después, con un temblor de tierra, se vino al piso.
Rolando se aproximó. La nariz era la parte sensible del monstruo, y ahora estaba muerto. Puso un pie sobre el cuerpazo y, haciendo mucha fuerza, le arrancó una oreja.
Contento, volvió a la casa, y acomodó su trofeo en la mesa del comedor.
Entró su mamá, que pegó un grito:
- ¡Rolando! ¡Sacá esa porquería de ahí! ¡Y tirala a la basura!
- Pero… - alcanzó a tartamudear Rolando.
- ¡A la basura! – insistió la madre.
Rolando apretó el pedal del tacho de basura, y dejó caer su trofeo.
Después, volvió a tomar la sopa.
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