1CVxD02-067 25 de junio de 2014
Sobredosis
© Jorge Claudio Morhain
Recostado en la camilla, miraba el cielorraso,
muy alto, y veía un minúsculo colgajo, cerca de los tubos fluorescentes, donde
una araña se dedicaba a deglutir un bicho demasiado pequeño para distinguirlo
desde aquí abajo. Había dejado de dolerme. Sin duda la anestesia surtía efecto.
Sonaba una suave música en algún lado. Una leve canción, que hablaba de
soledades y hoteles junto al mar, y que me atrapaba con dedos de hierro para
sacarme de allí, para llevarme lejos, entre las montañas, donde una muchacha de
cabellos rojos y ojos brillantes y labios entreabiertos me decía adiós, y no la
vi más, como decía otra canción. Ni a
sus ojos de gata. Vagaba navegando hacia atrás en el tiempo. El viaje en el
tiempo existe, sabéis, uno puede estar de nuevo allí, sufrir de nuevo allí, y
si algo puede llamarse karma es lo pasado, porque es vida vivida y es
inalterable. Se puede revivir el pasado, sobre todo cuando uno está así, dormido
a la fuerza sobre una camilla. Se puede revivir, pero no modificar. Se puede
sufrir una y otra vez, hasta que el propio cerebro va borrando lo triste y te queda
lo alegre, si hubo alegría, o apenas la nostalgia. La nostalgia feroz por
aquello que nunca jamás sucedió. Entonces entran las voces, y uno cree que es
la pelirroja que vuelve a halarte pero es la enfermera que habla con alguien
que huele a Gitanes y un dejo de alcohol. “¿Sobredosis? ¿De nuevo?”, dice el
fumador. “Sobredosis. De muchas cosas, doctor. De alcohol, sin duda. No parece
haber otra droga, pero eso es bastante. Y sobredosis de trabajo, tal vez…”,
dice la pelirroja, y lo dice fuera de mí y dentro de mí, y tengo ganas de
contestarle: “y sobredosis de amor, y sobredosis de poesía… y sobredosis de
vida, chavala…”. Pero la anestesia me pone pastosa la boca o acaso no haya
derramado aún todo el veneno que me bebí antes de caer aquí. Y ahora habla el
fumador y dice: “Tenga cuidado, que nadie se entere de que está aquí, señorita.
La prensa lo haría pedazos si pudiera sacarle una foto en este estado. Y saque sus discos de la música funcional: no
creo que lo mejoren”. Tío pacato, chulo. Anda a saber tú lo que me mejora.
Ahora, en el silencio, mejor cerrar ya la fuente de los recuerdos, y dejarse
ir. Como una barca a la deriva.
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