1CxD02-084 12 de julio de 2014
Después del amor, la
Soledad
© Jorge Claudio Morhain
-¡Soledad! ¡La soledad no existe, boludo! ¡Yo soy Soledad, y
estoy a tu lado! ¿O no te diste cuenta?
Soledad, sutil como siempre, tiró de las cobijas y, como
siempre, me desnudó los pies.
- La soledad es una araña muy pequeñita, que vive en nuestra
mente, y tira una telaraña finita y casi imperceptible, pero cuando quisiste
darte cuenta te agarró toda la cabeza, y entonces la soledad es un martillo que
te golpea, una pesa de barra fija que te tira abajo, abajo, abajo…
- Carapálida -, dijo soledad, dándome la espalda.
Me quedé meditando, un rato, mientras Soledad parecía entrar
en sueño. Pero de pronto dijo:
- ¿Cómo podés sentirte solo, rodeado por miles y miles de
personas, con hijos, mujer, suegra, tíos, vecinos, cuñados, el lechero, el
carnicero, el verdulero y el kiosquero.
- La peor soledad es cuando estás solo, pero acompañado.
- Andate a la mierda.
Miré el reloj. Se me estaba haciendo tarde.
- Te olvidaste de una categoría, mi Solita hermosa.
Ronroneó.
- ¿Cuál, boludo?
Le di un beso tierno en la mejilla.
- Amante.
Me fui, porque se me hacía tarde. La tota se quedó
sollozando espasmódicamente. Y sola.
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