1CxD02-102 2 de
agosto de 2014
Pérez Martínez
© Jorge Claudio Morhain
Pérez Martínez se ajustó la corbata, tironeó dos o tres
veces el chaleco, abrochó su reloj con cadena, trapeó sus polainas, acomodó el
monóculo, y finalmente se encajó el saco, con un ligero brillo eléctrico.
No salió por la puerta.
Trepó por la pared ágilmente, hasta el tirante, y
desapareció por un agujero hábilmente disimulado. Una rapidísima carrera por
los tirantes de las casas del Country. Su destino era la casa de Carlitos Seflein,
hijo del famoso industrial
autopartista. Acababa de perder su primer diente de leche, y Pérez Martínez llevaba en su bolsillo un dólar de
plata para comprárselo.
Fue entonces cuando cayó el rayo y se cortó la corriente, y
los techos parecieron temblar con el trueno.
Todavía mareado, Pérez Martínez s acomodó el monitor, y
siguió su carrera. Se encontró con una pequeña bifurcación no esperada, pero,
ratón práctico, no se hizo mucho drama y siguió corriendo.
Llego a destino demasiado apurado para tomar en cuenta
pequeñas diferencias entre lo que suponía y la realidad: techo de chapa, pared
sin revocar, dos pibes en la misma cama, frío. Así que dejó el dolar, se llevó
el diente y volvió por el laberinto de tirantes.
Por la mañana temprano, Carlitos Seflein llamo a su papá con
su habitual delicadeza:
-¡¡PAPÁ!!
El padre corrió al dormitorio.
-¡El diente...
Todavía está bajo la almohada!
-Qué raro...-el señor Seflein se rascó la cabeza.
-Posiblemente Pérez Martínez se habrá olvidado...
-¡¡Olvidado...!! -Carlitos abrió grandes los ojos.
-No importa -, dijo el padre. Sacó un billete nuevito de su
cartera, y se lo dio.
-¡¡¡PAPAAAA!!!
-¿Qué pasó ahora?
-¡¿Vos quieres decirme... que el Ratón Pérez son los
padres?!
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