1CxD02-114 18 de agosto de 2014
Un plan perfecto
© Jorge Claudio Morhain
Era un plan perfecto. Tan perfecto, que no
podía contarse, por el peligro de que una mínima alteración del mismo lo
destruyese.
– Entonces no es tan perfecto –, dijo
María, luego de reventar el globo que hacía el chicle. – Un plan perfecto tiene
que ser irrompible.
– Una cosa es irrompible y otra perfecto.
– Tengo una cosa perfecta que en algún
momento fue rota.
– Boluda.
– Eso me excita.
– Cualquier cosa te excita, a vos.
Eran así, siempre al borde, pero nunca
adentro. Una relación pajera, había dicho alguna vez Casio, y razón no le
faltaba. María era excitante de por sí, y le gustaba mostrarse, rozar los
límites, joder constantemente, contar experiencias que olían a imaginarias.
– Vos no viste “Belleza americana”.
– No, ¿por?
– La mina cuenta tantas experiencias como
contás vos. Y, igual que vos… ninguna es cierta.
– Ya me contaste el final.
Intentó besarla, y ella se alejó. Trató de
manotearla en la disparada, pero María era rápida.
Inmediatamente se calmaron, siguieron
caminando como si nada, como dos compañeros de estudios, que es lo que eran.
Habían traído los rollers, y usaron la
costanera como expertos, lado a lado, ella masticando, él pensando.
Terminaron con una carrera que los depositó
en el pasto, bajo los árboles, envueltos en un sudario de risas.
– Yo digo, ¿no? – María.
– Mmh…
– No se puede decir cómo es tu plan. Pero
por lo menos se podrá decir el objetivo… – Ella miraba las nubes lejanas, panza
arriba, cabeza contra pecho de Casio.
Casio lo pensó un buen rato.
– Vos –, dijo al fin.
– ¿Yo, qué…?
– …
Ella se dio vuelta, apoyando los codos, muy
cerca su rostro del de Casio.
– ¿Sos boludo, eh?
Él la atrajo y ella se dejó, en un
larguísimo beso.
Y, si: un plan perfecto.
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