1CxD02-106 11 de agosto de 2014
Trampas
© Jorge Claudio Morhain
Un bosque. Un lago. Un día luminoso. Una mujer.
Es tan fácil declarar grandes significantes, estereotipos
comunes, puntos de encuentro. Falsos. Ese bosque, ese lago, esa mujer que
acabamos de imaginar. No existen. Es una trampa del pensamiento, un artilugio
de la imaginación. Nunca estuve en ese bosque, nunca sentí en mis narices ese
olor a pino apabullante, ese rastro de madera recién cortada, de resina
sangrante. Nunca recorrí las piedrecillas sueltas que invaden el sendero
bordeado de florecillas amarillas entre la fronda que oculta y muestra el lago,
brillante a la luz de un sol implacable. Nunca habré agitado mi pulso corriendo
los últimos tramos hacia la playita de colihues retorcidos donde su propio
perfume supera al resto, incluso al del agua replegada, al del reflujo
incesante, al de la frescura plena de la brisa del lago.
Nunca habré estado a tu lado. Nunca te habrás vuelto apenas,
golpeado tu rostro por tus cabellos, para verme así, para siempre.
Nunca tendré tu rostro entre mi manos. Nunca sentiré,
nuevamente, el roce cálido de tu boca en la mía, el temblor repentino de tu
cuerpo en mis brazos, el bosque, el lago, el día.
Nunca.
Y, sin embargo… la nostalgia rebasa la noche, desborda el
día, inunda el alma.
Como dice Borges: la nostalgia imposible de haber muerto
peleando en una esquina del suburbio.
Como dice Sabina: no hay nostalgia peor que la de aquello
que nunca jamás sucedió.
Trampas del pensamiento.
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